María Tudor. Nació el 18 de febrero de 1516 en Londres, Inglaterra. Única hija del Rey Enrique VIII de Inglaterra y de su primera esposa, la Princesa Catalina de Aragón. María era una niña enfermiza, tenía la vista disminuida y sufría de dolores de cabeza. A pesar de sus problemas de salud, la Princesa tenía una inteligencia superior para su edad. Estudió latín, griego, ciencia y música. Enrique adoraba a su hija y gozaba de su compañía. Durante su infancia, Enrique negoció varios matrimonios potenciales para su hija. Primero fue prometida en matrimonio al Delfín de Francia, Francisco, hijo del Rey Francisco I de Francia, posteriormente a su primo, el Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico Carlos V y finalmente la comprometieron con el padre del Delfín, el Rey de Francia. Todos los compromisos fueron dejados sin efecto. Mientras tanto, el matrimonio de sus padres estaba en crisis debido a la imposibilidad de Catalina de proveer a la Corona un heredero varón. El Rey intentó anular el matrimonio, pero el Papa Clemente VII rechazó sus peticiones. En 1533, Enrique se casó en secreto con su amante, Anna Bolena, rompió con la Iglesia Católica de Roma y se declaró la cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Como consecuencia, Catalina fue apartada de la Corte y encerrada en un convento. María por su parte fue declarada ilegítima y desplazada de la sucesión al trono por su hermanastra Isabel, hija de Anna Bolena. María fue expulsada de la Corte y obligada a servir como dama de honor a Isabel. No le permitían ver a su madre ni asistir a su funeral en 1536. Enrique se casó con Jane Seymour, con la cuál tuvo un hijo, el futuro Eduardo VI. Desde entonces a María le permitieron volver a los palacios reales. En 1544 el Rey les devolvió a María e Isabel, su lugar dentro del orden de sucesión al trono luego de su hermano Eduardo. Ambas mujeres, sin embargo, permanecieron legalmente ilegítimas. En 1547 Enrique murió y fue sucedido por su hijo Eduardo. El 6 de julio de 1553, a la edad de 15 años, Eduardo VI murió de tuberculosis. María regresó triunfalmente a Londres para asumir la corona. A la edad de 37 años, María concentró su atención en su futuro matrimonio y en tener descendencia, evitando así que Isabel asumiera el trono con su ideología protestante. Carlos V sugirió que se casara con su único hijo, el Príncipe español Felipe, futuro Felipe II de España. Las protestas se sucedieron en todo el país al conocerse la idea de que la Reina se casaría con Felipe, lo cual podría convertir al Reino en una dependencia de España. María no cedió y la ceremonia se celebró el 25 de julio de 1554 en Londres, Inglaterra. Felipe abiertamente declaró que su matrimonio era político y que si bien respetaba a su esposa, no la amaba. Como Reina, María se mostraba siempre preocupada por los asuntos religiosos. Había rechazado la ruptura con Roma instituida por su padre y el establecimiento de protestantismo por Eduardo VI. Las leyes religiosas fueron abolidas pero las tierras confiscadas no fueron devueltas a la Iglesia católica debido a que sus nuevos dueños eran muy poderosos y era mejor no irritarlos. Llevó adelante una reforma monetaria para contrarrestar la devaluación que asolaba el país. Estas medidas, sin embargo, en gran parte fracasaron. En 1555 María y Felipe fueron reconocidos como los Monarcas de Irlanda. Habiendo heredado el trono español por la abdicación de su padre, Felipe regresó a Inglaterra en marzo de 1557 para persuadir a María a apoyar a España en una guerra contra Francia. La guerra fue desastrosa e Inglaterra perdió su única posesión en el continente, Calais, el 13 de enero de 1558. A Pesar del matrimonio entre María y Felipe, Inglaterra no se benefició del comercio enormemente lucrativo con el Nuevo Mundo, debido a que los españoles guardaban celosamente su comercio. El fracaso a la hora de aplicar nuevos impuestos significó la pérdida de importantes ingresos para las arcas del gobierno. Durante su reinado, María sufrió dos embarazos falsos y se especuló con que ellos podrían ser resultado de la presión para producir un heredero, aunque los síntomas físicos pueden ser indicativos de un desorden hormonal, como un tumor pituitario. María no pudo engendrar ningún hijo. La Reina María I Tudor murió a la edad de 42 años en el Palacio de San Jaime el 17 de noviembre de 1558. Fue sucedida por su hermanastra Isabel I Tudor. Aunque su voluntad era ser sepultada junto a su madre, fue enterrada en la Abadía de Westminster, Londres. La persecución de los protestantes le hizo ganar a María el apodo de “La sangrienta”.
miércoles, 27 de agosto de 2008
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