Su Alteza Serena, la Princesa Sofía von Hohenberg quiere recuperar Konopiste, la propiedad de sus bisabuelos. La muerte de los bisabuelos de Sofía von Hohenberg desató uno de los episodios más trágicos de la Historia: el asesinato del Archiduque Francisco Fernando, Heredero al trono del Imperio Austro-Húngaro y de su esposa, llamada también Sofía, fue el detonante para la Primera Guerra Mundial, la cual provocó la muerte de millones de personas y redibujó el mapa de Europa.Para cuando las bayonetas dejaron de disparar y las trincheras quedaron libres de gases tóxicos, el Imperio Austro Húngaro había desaparecido. Y la Dinastía de los Habsburgo, gobernantes de esa parte de Europa durante 600 años, se quedaron sin títulos o propiedades. Entre estas últimas figuraba el Castillo de Konopiste, en la entonces provincia de Bohemia y hoy, República Checa, la cual pasó a manos del Estado. El problema, asegura Von Hohenberg, a quienes sus vecinos llaman Sofía de Potesta, es que el castillo –que además comprende 6 mil hectáreas de bosque y una cervecería- nunca fue propiedad de los Habsburgo y por tanto, jamás le debió ser quitado a su familia. La cuestión es de apellidos. Como Francisco Fernando se casó por debajo de su rango real, su tío, el Emperador Francisco José I le condicionó el matrimonio a que sus hijos no fueran considerados herederos al trono y por tanto, los nombró Von Hohenberg.Cuando los tres hijos del matrimonio se quedaron huérfanos, heredaron Konopiste, que nunca fue propiedad de los Habsburgo: Francisco Fernando lo compró con dinero obtenido de la venta de propiedades en Italia que su tío Francisco V d’Este le había legado en su testamento, y por tanto, era de los von Hohenberg. En 1921, tres años después de finalizada la Primera Guerra Mundial, la entonces Checoslovaquia aprobó la Ley 354, cuyo Artículo III ordenó la confiscación de todas las propiedades de los Habsburgo, incluyendo “las de los descendientes de Francisco Fernando”. “Pero él ya no era miembro de la familia”, alega hoy Sofía von Hohenberg. De hecho, la República de Austria entendió la diferencia y los Hohenberg lograron conservar el Castillo de Arstetten donde están enterrados los bisabuelos de Sofía y donde vive su hermana, Anita. En Konopiste se quedó la historia de la familia Hohenberg: sus fotografías, cartas, una colección de estatuas del siglo XV, otra de armaduras del Renacimiento y los 300 mil animales disecados que Francisco Fernando cazó durante su vida. Durante todos estos años, la familia ha intentado recuperar el castillo. Y en diciembre, Sofía entabló una demanda en la Corte de Benesov, el pueblo más cercano a la propiedad, para obligar la revocatoria de la Ley 354.No pretende vivir en él, sino “recuperar lo que es de la familia” asegura. El castillo genera ingresos anuales por pago de entradas y alquiler para eventos especiales, similares a los US$800 mil que el Ministerio de Cultura checo destina para su conservación. Si la Princesa lo obtuviera de vuelta, no podría ni siquiera mover muebles sin permiso, por ser un monumento cultural e histórico. “Creo que para la familia sería una carga”, asegura Pavel Jerie, quien dirige el instituto que administra la propiedad.
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