Jacobo Estuardo. Nació el 19 de junio de 1566 en Edimburgo, Escocia. Hijo único de la Reina María I de Escocia y de Enrique Estuardo, Duque de Albany. El padre de Jacobo fue asesinado junto a su amante el 10 de febrero de 1567 en su residencia de Kirk O'Field, la casa de los Hamilton en Edimburgo. El matrimonio de María el 15 de mayo del mismo año con James Hepburn, Conde de Bothwell, que era el más evidente sospechoso del asesinato del Duque de Albany, hizo aumentar los recelos y su impopularidad. En junio de 1567, los rebeldes protestantes arrestaron a María y la encarcelaron en el Castillo de Loch Leven. Nunca volvió a ver a su hijo. Fue obligada a abdicar el 24 de julio en favor del infante Jacobo, y a nombrar a su hermanastro ilegítimo, Jacobo Estuardo, Conde de Moray, como regente. Jacobo fue proclamado Rey con un año de edad. El cuidado del Rey fue confiado al Conde y la Condesa de Mar para ser protegido, criado y educado en la seguridad del Castillo de Stirling. El niño fue solemnemente coronado a los 13 meses de edad como Jacobo VI de Escocia en la iglesia de Holyrood, en el castillo de Stirling, el 29 de julio de 1567. En 1568, María Estuardo escapó de su prisión, lo que condujo a un breve período de violencia en el país. El Conde de Moray derrotó a sus tropas en la Batalla de Langside, forzándola a huir a Inglaterra, en donde fue encarcelada por su prima la Reina Isabel. El 22 de enero de 1570 Moray fue asesinado. Cuando Jacobo llegó a la mayoría de edad, el control del gobierno seguió en manos de favoritos y nobles. El Parlamento aprobó las Actas Negras para afirmar la autoridad real sobre la Kirk, poniéndola además directamente bajo su control. Estos actos fueron extremadamente impopulares, en especial entre el clero, pero entre 1584 y 1603 el Rey logró establecer un gobierno efectivo sobre el país e imponer una paz relativa entre los lores del reino. En 1586, Jacobo VI firmó el Tratado de Berwick con Inglaterra, seguido de la implicación de María en el Complot de Babington, un plan que intentó asesinar a Isabel y poner en su lugar a la Estuardo en el trono de Inglaterra. Acusada de traición, María Estuardo fue decapitada en Fotheringay el 08 de febrero de 1587, lo que allanó el camino de Jacobo a la sucesión inglesa. Asimismo, durante la crisis provocada por la Armada Invencible de 1588, aseguró a Isabel su apoyo como "hijo y compatriota" suyo; y en tanto que los años pasaban e Isabel permanecía soltera, asegurar la sucesión al trono inglés se convirtió en el centro de la política de Jacobo. A lo largo de su juventud el Rey Jacobo fue alabado por su castidad, ya que mostraba escaso interés por las mujeres, y tras la pérdida de Lennox, seguía prefiriendo la compañía masculina. No obstante, un matrimonio de conveniencia y un heredero seguían siendo necesarios para reforzar su trono, de modo que la elegida fue Ana de Dinamarca, la hija de 14 años del Rey Federico II de Dinamarca y de Sofía de Mecklemburgo-Gustrow. La pareja se casó formalmente en el palacio episcopal de Oslo el 23 de noviembre de 1589, y tras visitar Dinamarca y alojarse en Elsinore y Copenhague, retornaron a Escocia en mayo de 1590. Según todas las fuentes, en un principio Jacobo estaba fascinado con Ana, y en sus primeros años de matrimonio demostró una paciencia y un afecto constantes hacia su esposa. Pero con el tiempo se fueron distanciando, y, finalmente decidieron vivir separados después de la muerte de su última hija, Sofía, en 1606. De dicho matrimonio nacieron nueve hijos: Enrique, Príncipe de Gales; hijo; Isabel Estuardo, casada con Federico V, Elector del Palatinado; Margarita Estuardo; Carlos I de Inglaterra, casado con María Enriqueta; Roberto Estuardo, Duque de Kintyre; hijo; María Estuardo; y Sofía Estuardo. La visita del Rey a Dinamarca, un país donde las cazas de brujas eran habituales, debió favorecer su interés por el estudio de la brujería, que consideraba una rama de la teología. Poco después de volver de Dinamarca tuvo lugar el proceso contra las brujas de North Berwick, en el cual varias personas fueron sentenciadas por haber empleado la brujería para enviar una tormenta contra el barco que transportaba a Jacobo y Ana desde Dinamarca. Jacobo hizo frente a una sublevación católica en 1588, y fue forzado a reconciliarse con la iglesia de Escocia, conviniendo la derogación de las Actas Negras en 1592. Al morir la Reina Isabel I, el 24 de marzo de 1603, la corona debería haber pasado de acuerdo al testamento de Enrique VIII a Lady Ana Stanley, descendiente de María Tudor, hermana de Enrique VIII. Sin embargo, Jacobo era el único aspirante serio a la corona inglesa; los otros, incluyendo al Vizconde de Beauchamp y Lady Ana, no tenían el suficiente poder para defender sus derechos. Así, un Consejo de Ascensión proclamó a Jacobo Rey de Inglaterra pocas horas después de la muerte de Isabel. Él y su esposa fueron coronados Reyes de Inglaterra el 25 de julio de 1603. A pesar de la facilidad de la sucesión y la calidez con que fue recibido el nuevo Monarca, en su primer año de reinado Jacobo hubo de hacer frente a dos conspiraciones, el Complot Bye y el Complot Main. Aquellos que esperaban cambios en el gobierno con el advenimiento del nuevo Soberano quedaron defraudados por el mantenimiento de los miembros del Consejo Privado de la Reina Isabel. En los primeros años de reinado, Jacobo pudo desentenderse de los problemas administrativos y centrarse en asuntos mayores, tales como intentar una unión más firme entre Inglaterra y Escocia y asuntos de política exterior, así como disfrutar de sus placeres personales, en especial de la caza. Escocia e Inglaterra seguirían como estados separados, siendo solo la unión personal en el Rey, y no fue hasta 1707 que el Acta de la Unión combinó los dos países para crear un nuevo estado: el Reino de Gran Bretaña. En política exterior, Jacobo tuvo más éxitos. Dedicó sus esfuerzos a poner fin a la Guerra con España, y el 28 de agosto de 1604, gracias a la hábil diplomacia se llegó a un acuerdo de paz entrambos países, que Jacobo celebró con un gran banquete. La víspera de la solemne apertura de la segunda sesión del primer Parlamento de su reinado, el 05 de noviembre de 1605, un soldado llamado Guy Fawkes fue descubierto en los sótanos del Palacio de Westminster con una antorcha y fósforos, no lejos de una pila de leña y dos decenas de barriles de pólvora con los que pretendía hacer volar por los aires el Palacio al día siguiente. Horrorizado, Jacobo rehusó a abandonar su residencia por muchos días. Guy Fawkes, fue torturado hasta que reveló las identidades de los otros conspiradores, todos los cuales fueron ejecutados o asesinados durante su captura. Después de su llegada a Londres, Jacobo tuvo que hacer frente casi inmediatamente a los conflictos religiosos en Inglaterra. En 1604 recrudeció la gran cacería de brujas iniciada por la Reina Isabel proclamando la pena de muerte sin beneficio clerical de último momento para quién invocara espíritus malvados o familiares. Acostumbrado a un parlamento tímido y servil en Escocia, Jacobo también se embrolló en numerosos conflictos con el Parlamento. Impuso derechos de aduanas sin el consentimiento parlamentario, algo que ningún Monarca se había atrevido a hacer desde el reinado de Ricardo II. Las relaciones entre Jacobo I y el Parlamento también fueron agriadas por la última denegación presentada al plan del Rey de abolir las aduanas internas y permitir el libre comercio entre Inglaterra y Escocia. Según fue avanzando su reinado, fueron aumento las dificultades financieras, debido en parte a la constante subida de los precios, pero también por la prodigalidad e incompetencia financiera de la Corte. Una potencial fuente de ingresos era la dote aportada por el matrimonio en perspectiva entre el Príncipe de Gales y la Infanta María Ana de España. La boda también atrajo al Rey como un modo de mantener la paz con España y evitar los costes adicionales de una guerra. Seguirían disfrutando de los beneficios de la paz mientras las negociaciones matrimoniales estuvieran abiertas, lo que explica por qué tanto Jacobo como el Duque de Lerma permitieron que se alargaran durante casi una década. La propuesta alianza con la mayor potencia católica no fue bien recibida en la Inglaterra protestante. El estallido de la Guerra de los Treinta Años en 1618, pronto absorbió a toda Europa, y echó a perder la política pacifista del Rey. Su yerno, Federico V del Palatinado, nombrado Rey de Bohemia por los rebeldes protestantes, fue expulsado del país por el Emperador Fernando II en 1620, mientras que las tropas españolas invadían el Bajo Palatinado. En 1623, el joven Príncipe Carlos decidió tomar la iniciativa y viajar a España de incógnito, para ganarse la mano de la Infanta personalmente, pero la misión probó ser un error ya que el gobierno español planteó la necesidad de que el Príncipe se convirtiera al catolicismo y pasara un año en España. El Príncipe retornó a Inglaterra en octubre sin la Infanta, e inmediatamente rompió el tratado, con gran deleite del pueblo llano. La Reina Ana murió en 1619. Los rumores atribuyen lo poco que Jacobo se vio afectado por su muerte. Durante su último año de vida, Jacobo estuvo a menudo seriamente enfermo. Por lo general fue incapaz de visitar Londres, y su figura fue perdiendo relevancia en los asuntos de Estado. A comienzos de 1625, el Soberano padecía artritis, gota y desmayos, y en marzo enfermó seriamente de fiebres tercianas y sufrió un ataque al corazón. Finalmente murió en Theobalds House el 27 de marzo de 1625, a los 58 años de edad, durante un fuerte ataque de disentería. Fue sepultado en la Capilla de la Reina de Enrique VIII en la abadía de Westminster. Jacobo Estuardo tuvo una personalidad extremadamente curiosa, excéntrica pero no deslumbrante, desdibujada entre las sombras de las célebres Reinas que le precedieron, Isabel I en Inglaterra y María Estuardo en Escocia, y las desdichas de su hijo Carlos, el primer Rey condenado a muerte por un Parlamento. Apasionado por la caza, gran comedor y desmedido bebedor, Jacobo era un erudito de primera categoría, capaz de rebatir los argumentos de los sabios, teólogos y juristas, de abrumarles con tercos discursos en latín y sumergirlos bajo una catarata de citas bíblicas. Pero, a la vez, era un hombre caprichoso, vanidoso y sumamente cobarde, del que se decía que no podía ver una espada sin echarse a temblar. Se hallaba desprovisto de toda gracia y se lavaba muy raramente, complaciéndose con cinismo en su desaseo. Tenía accesos de cólera durante los cuales no sabía bien lo que decía, llegando a los insultos, y sus súbditos creían que le faltaba dignidad. Era miedoso y desconfiado, y recelaba de todo el mundo, temiendo constantemente ser asesinado. Sus mandíbulas prognáticas, muy estrechas, y su lengua demasiado larga le impedían ingerir alimentos sin provocar ruidos desagradables. Hablaba un inglés difícil, con un áspero acento escocés, y tenía una voz chillona e irritante.
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