Jacobo de Oldenburg. Nació en 1484 en Copenhague, Dinamarca. Hijo del Rey Juan II de Dinamarca y de la Princesa Cristina de Sajonia. A una temprana edad ingresó a la Orden franciscana, donde recibió una buena educación. Estudió latín, griego y hebreo, así como alemán y danés. En los años anteriores a la reforma vivió en un convento en Malmö, Suecia, donde se opuso a los líderes luteranos. En 1530, los franciscanos fueron expulsados del convento, y de todas las ciudades danesas. Durante las guerras de religión que enfrentó a los partidarios de su hermano, el depuesto Rey católico Cristian II, y a las fuerzas del rey Cristian III de Dinamarca, muchos franciscanos abandonaron Dinamarca y se trasladaron a las provincias católicas del norte de Alemania. Jacobo permaneció en Dinamarca hasta la caída de Malmö en 1536, cuando fue obligado a exiliarse. Primero se trasladó a Mecklemburgo bajo la protección del Duque Alberto, quien había luchado en el bando católico en la guerra civil. Posteriormente viajó a España donde estudió la lengua árabe y fue autorizado por el Rey Carlos V de España para ir a la Nueva España como misionero. En 1542, Jacobo llegó a Veracruz, México, para permanecer en México por el resto de su vida, donde aprendió varias lenguas indígenas y fundó varios conventos. Pasó tres años en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco estudiando náhuatl antes de ser enviados a Michoacán para trabajar entre los p'urhépecha, donde realizó la mayor parte de su trabajo misionero. Aprendió la lengua p'urhépecha y trabajó tenazmente para mejorar los derechos indígenas, lo que le causó problemas con las autoridades de la Nueva España y con las filiales locales de la iglesia. Jacobo murió en 1566 en el convento de Tarecuato, Michoacán, en el obispado de Zamora, donde había servido como un tutor. Desde 1996 se lleva a cabo el proceso para su canonización.
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