Dinastía de los Romanov. Moscú, Rusia, 14/09/2010. Después de pasar toda su vida enclaustrado en celdas y prisiones, el Zar Iván VI Antonovich Romanov, parecía condenado a pasar el resto de la eternidad en una fosa desconocida. Sin embargo, un inesperado golpe de suerte ha sacado a la luz los restos de este joven Monarca coronado cuando apenas contaba dos meses de edad, y que fue encarcelado de por vida al día 404 de su reinado, tras el golpe de Estado organizado en 1741 contra su madre, la Regenta Ana Leopóldovna, por la futura Emperatriz Isabel I Petrovna Romanova, hija del Emperador Pedro I Alexeevich El Grande. Su ascenso al trono se produjo tras la muerte de su tía-abuela, la Emperatriz Ana I Ivanovna Romanova. En 1744, cuando apenas contaba con cuatro años de edad, Iván VI dio con sus huesos en una celda de Jolmogory (Arjanguelsk), localidad donde ahora han sido hallados por un grupo de arqueólogos. Según los primeros análisis realizados en Moscú, los restos hallados se corresponden con los de un hombre de unos 24 años, los mismos que contaba el Monarca ruso cuando fue asesinado. En 1764, durante el reinado de Catalina II Alexeevna, sus carceleros lo ejecutaron a golpe de espada en la fortaleza de Shlisselburg (donde fue recluido en 1756) cuando un oficial llamado Vasili Mirovich intentó liberarlo. El omoplato izquierdo del esqueleto hallado presenta una escisión que los expertos atribuyen a dicha estocada mortal. Asimismo, los científicos han constatado una asimetría en el tejido óseo que atribuyen a los cautiverios prolongados. Las excrecencias que presentan las rótulas parecen confirmar la tendencia compulsiva del Zar a rezar de rodillas, estiman los expertos. Los huesos del joven Emperador fueron hallados casualmente por un equipo de arqueólogos junto a la derruida iglesia de la Asunción de Santa María en Jolmogory (donde fue desterrado en un primer momento con su familia), cuando buscaban los restos del padre de Iván VI, Antonio Ulrico de Brunswick-Wolfenbüttel, Generalísimo del Ejército ruso. La demolición de una torre de agua levantada en los fundamentos de la iglesia derruida hizo temer por los restos del Generalísimo, lo que motivó la búsqueda. El misterio secular de Iván VI, único Zar ruso cuyo entierro se desconocía, deberá pasar, no obstante, por la prueba genética del algodón. Los análisis comparativos de ADN (los hermanos del Zar están sepultados en Dinamarca) deberán determinar si los arqueólogos han liberado definitivamente al 'zar-reo' de su eterno cautiverio.
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