Ekaterina Mihailovna Dolgorukova. Nació el 14 de noviembre de 1847 en Moscú, Rusia. Hija del Príncipe Mihail Dolgorukov y de Vera Vishnevskaja. Ekaterina vio por primera vez al Emperador Alejandro II cuando ella tenía doce años durante una visita del Soberano a la hacienda familiar. La muerte de su padre sumió a la familia en la ruina, por ello Alejandro asumió los gastos de la educación de Catalina y sus hermanos. Ella y su hermana fueron enviadas al instituto Smolny para nobles doncellas en San Petersburgo. Alejandro II y Catalina volvieron a coincidir a finales de 1864, cuando el Zar realizó una visita a dicho instituto. El atractivo de la joven Catalina, de tan sólo 17 años, llamó la atención del soberano, de 46 años. Con el tiempo el Emperador se las ingenió para nombrar a Catalina dama de honor de su esposa, enferma de tuberculosis. Catalina y Alejandro disfrutaban de su mutua compañía, pero ella no quería ser una más en su historial de amantes. De dicha relación extramatrimonial, la pareja engendró cuatro hijos, pero sólo tres llegaron a la adultez. Alejandro insistía en tener a Catalina y sus hijos cerca de él, por tanto les alquiló una mansión en San Petersburgo. La relación contaba con la total desaprobación de la familia imperial y de la corte. Hacia finales de 1880, temiendo que Catalina se convirtiera en objetivo de algún atentado, Alejandro ordenó el traslado de ésta y sus hijos a la tercera planta del Palacio de Invierno. Esto generó duras críticas porque la Emperatriz moribunda residía en el mismo lugar. Alejandro y Catalina se casaron el 18 de julio de 1880 en Tsarskoe Selo, a poco más de un mes de la muerte de la Emperatriz María. El matrimonio no era nada popular ni entre la familia imperial ni entre el pueblo, pero el Zar los obligó a aceptarlo. Catalina recibió el título de Princesa Jurievskaya y su marido legitimó a sus hijos, aunque, por ser fruto de una unión morganática, no tenían ningún derecho al trono imperial. Un año más tarde Alejandro murió en los brazos de Catalina, a causa de las heridas sufridas en un atentado. Durante los funerales Catalina y sus tres hijos se vieron obligados a permanecer en la entrada de la iglesia y debieron asistir a otro funeral diferente al de la familia, donde dejó un mechón de cabello en el ataúd de su marido. Tras la muerte de Alejandro, a Catalina se le asigna una pensión de 3,4 millones de rublos. Como viuda de un Zar, tenía derecho a residir en el Palacio de Invierno, así como al uso y disfrute del resto de las residencia de la familia imperial. A cambio de la renuncia de este derecho, recibió en propiedad una residencia para ella y sus tres hijos. Finalmente Catalina se trasladó a París y la Costa Azul francesa, convirtiéndose en una abanderada de la moda. Sus relaciones con los Romanov fueron tensas durante el resto de sus días. La Princesa Jurievskaya falleció el 15 de febrero de 1922 en Niza, Francia. Para entonces su fortuna ya estaba considerablemente mermada a consecuencia de su elevado nivel de vida y de la caída de los Romanov como consecuencia del triunfo de la revolución rusa.
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